Valeria Medina, neuropsicóloga de NeuronUP, ofrece, desde un enfoque riguroso y práctico, evidencia científica sobre los cambios cerebrales, cognitivos y la neuroplasticidad durante el embarazo.
Introducción: ¿Qué es el mommy brain y cuál es su base científica?
El “cerebro de mamá” o mommy brain es un término popular que ha sido usado en los últimos años para describir las dificultades para concentrarse, recordar información o mantener la atención durante el embarazo y el posparto.
Hasta el 80% de las mujeres embarazadas reportan queja subjetiva de memoria (McCormack, Callaghan, & Pawluski, 2023), lo que ha promovido una narrativa cultural que sugiere que la gestación conlleva un deterioro cognitivo generalizado. Este tipo de afirmaciones no sólo simplifican el proceso de esta etapa, sino que también pueden ser estigmatizantes. Por lo tanto, el objetivo de este artículo es revisar evidencia científica reciente sobre los cambios neuroanatómicos, hormonales y cognitivos que ocurren durante el embarazo, con el fin de replantear la perspectiva que se tiene alrededor del “mommy brain”.
Cambios neuroanatómicos y neuroplasticidad en el embarazo
Neuroplasticidad e influencia hormonal
El embarazo es una de las etapas de mayor plasticidad cerebral en la vida adulta. Esta reorganización está influenciada por una cascada hormonal que transforma por completo el entorno neurofisiológico y prepara al cuerpo y al cerebro para la maternidad.
Durante la gestación, aumentan significativamente los niveles de estrógenos, progesterona, oxitocina, prolactina y cortisol, hormonas que no solo regulan aspectos como el apetito o la temperatura corporal, sino que también afectan directamente a regiones del cerebro implicadas en la cognición, el estado de ánimo y el comportamiento social (Grattan & Ladyman, 2020).
Por ejemplo:
- La oxitocina y la prolactina están ligadas al desarrollo del vínculo afectivo y al manejo del estrés; su aumento facilita el comportamiento maternal y el apego entre madre e hijo.
- El cortisol liberado contribuye a regular la presión arterial y el azúcar en sangre. Sin embargo, la exposición crónica a niveles elevados de cortisol puede alterar el funcionamiento ejecutivo y comprometer ciertos procesos atencionales, ya que estos altos niveles pueden causar fatiga, ansiedad e irritabilidad.
- Los ajustes endocrinos facilitan una reorganización sináptica que aumenta la sensibilidad a señales sociales —como el llanto o las expresiones emocionales del bebé— y mejora el aprendizaje asociativo, lo cual tiene valor adaptativo en el contexto de la crianza y el apego (Callaghan et al., 2022).
Reorganización estructural del cerebro durante el embarazo
A nivel estructural, los estudios de neuroimagen han mostrado de forma consistente que durante el embarazo se producen cambios en el volumen de sustancia gris, sobre todo en áreas implicadas en cognición social como la corteza prefrontal medial, el precúneo y la unión temporoparietal (Barba-Müller et al., 2019).
Más allá de interpretarse como pérdida o deterioro, estos cambios parecen representar una especie de poda sináptica que optimiza el funcionamiento de ciertas redes neuronales que son más importantes para ese momento. Por ejemplo, la reorganización de estructuras vinculadas a la red de saliencia —implicada en la detección de estímulos relevantes y el ajuste dinámico de la atención, y que conecta estructuras como corteza prefrontal, amígdala, corteza parietal y tálamo— favorece una mayor sensibilidad a señales sociales y emocionales del entorno, lo que resulta crucial para la supervivencia y el cuidado del recién nacido.
El estudio longitudinal de Pritschet et al. (2024) dio seguimiento a mujeres embarazadas desde el primer trimestre hasta después del parto. Se observó una reducción progresiva del volumen de sustancia gris en regiones frontales y temporales, incluyendo áreas asociadas a funciones ejecutivas como la corteza prefrontal dorsolateral. Además, se documentaron cambios en la conectividad funcional de redes importantes como la red neuronal por defecto y la red ejecutiva central (que conecta áreas como la corteza prefrontal dorsolateral y la corteza parietal posterior), lo que sugiere que el cerebro se está reajustando para afrontar las demandas emocionales, sociales y cognitivas de la maternidad. Estos cambios se intensificaron en el tercer trimestre y, en algunos casos, persistieron hasta dos años después del parto, lo que indica una neuroplasticidad prolongada. Asimismo, se observaron variaciones en el volumen del líquido cefalorraquídeo y en la morfología de los ventrículos cerebrales. Todos estos ajustes podrían reflejar un refinamiento en el procesamiento de la información y una reorganización más eficiente de los recursos cognitivos.
Cognición durante el embarazo: ¿qué sabemos realmente?
Entonces, si existen modificaciones en el cerebro durante el embarazo, ¿qué pasa con el funcionamiento cognitivo? La respuesta no es tan sencilla. Muchas mujeres reportan sentirse más despistadas, con “neblina mental”, menos concentradas durante el embarazo, o presentar mayor cantidad de olvidos. Es decir, hay una clara queja cognitiva subjetiva, pero tras aplicar pruebas neuropsicológicas objetivas, los resultados tienden a ser inconsistentes.
Un metaanálisis realizado por Davies et al. (2018), que analizó datos de más de 1.200 participantes, encontró ligeras dificultades en funciones cognitivas como la memoria, las funciones ejecutivas y el rendimiento cognitivo global. Esto fue más notable en el tercer trimestre, pero no alcanzó niveles clínicamente significativos.
Estudios longitudinales como el de Logan et al. (2014) refuerzan esta idea: si bien algunas mujeres pueden experimentar dificultades leves, sobre todo en tareas que implican memoria verbal, no se trata de un “deterioro” generalizado. Crawley, Dennison y Carter (2003), por ejemplo, no encontraron diferencias objetivas en atención o memoria entre embarazadas y no embarazadas, aunque sí notaron que las gestantes valoraban su rendimiento de forma más negativa.
Una de las funciones más sensibles parece ser la memoria de trabajo. En el estudio de Janes et al. (1999), las embarazadas obtuvieron puntuaciones algo menores en tareas que implicaban esta función cognitiva; estas diferencias fueron pequeñas y no afectaban a otros tipos de memoria. Asimismo, el estudio de Younis et al. 2025 coincide con las dificultades en la memoria de trabajo, pero añade que hay dificultades en la memoria prospectiva, siendo la función más consistentemente afectada (especialmente en situaciones cotidianas como recordar citas o tareas pendientes). También describió dificultades moderadas en memoria episódica verbal-auditiva y velocidad de procesamiento, sobre todo a partir del segundo trimestre.
Como se ha mencionado, los cambios no son generalizados ni clínicamente significativos, pero en la mayoría de los casos, estas dificultades percibidas sí pueden contribuir a la sintomatología del “mommy brain” que muchas mujeres reportan en esta etapa.
Asimismo, hay que tomar en cuenta que factores como la calidad del sueño muestran una mayor influencia en el rendimiento que el propio estado de embarazo; sin embargo, es interesante que en el estudio de Callaghan et al. (2022) se muestra que, en algunas tareas con mayor valor ecológico para esa etapa, las embarazadas incluso pueden rendir mejor; por ejemplo, se ha visto que tienen mejor desempeño en pruebas de memoria espacial asociada a objetos infantiles. Esto sugiere que el cerebro podría estar redirigiendo recursos hacia funciones más útiles en ese contexto vital.
La relación entre los cambios del cerebro y las funciones cognitivas
Como se ha mencionado en los apartados anteriores, existe evidencia científica sobre los cambios cerebrales, hormonales y en los neurotransmisores que ocurren durante el embarazo, así como sobre los cambios cognitivos que se presentan en ese mismo periodo. ¿Están ambos fenómenos relacionados? La respuesta es sí: los cambios cerebrales durante el embarazo se correlacionan con las funciones cognitivas que con frecuencia se describen como “alteradas” en este periodo. Por ejemplo, el ligero descenso en las puntuaciones de funciones ejecutivas en pruebas neuropsicológicas coincide con una reducción de volumen en la corteza prefrontal dorsolateral, como se documenta en el estudio de Pritschet et al. (2024).
Por otro lado, los cambios observados en la corteza temporal (relacionada con procesos de mnésicos), también reportados en este mismo estudio, coinciden con las dificultades de memoria descritas en investigaciones como la de Younis et al. (2025). Finalmente, la unión temporoparietal, que también presenta modificaciones durante el embarazo (Barba-Müller et al., 2019), está vinculada con procesos atencionales. Aunque no se observan diferencias clínicas significativas en comparación con mujeres no embarazadas, estas dificultades atencionales contribuyen a la «neblina mental» que se suele reportar durante esta etapa.
La queja subjetiva de las madres o que las personas que se encuentran en su entorno noten los cambios cognitivos, puede deberse a que hay menor prioridad en poner atención en las actividades del día a día que requerían mayor demanda antes del embarazo. Por lo tanto, más que hablar de un deterioro, parece que el cerebro se adapta para priorizar otras tareas como la regulación emocional, la sensibilidad a estímulos sociales, lo que sucede en el cuerpo de la madre gestante y las preocupaciones que pueden surgir durante en embarazo, lo que conlleva una redistribución de recursos cognitivos.
¿Los cambios cerebrales durante el embarazo son permanentes?
Los cambios cerebrales no se detienen en el momento del parto. De hecho, el posparto es una etapa igualmente intensa en términos de neuroplasticidad. Varias investigaciones han mostrado que después del nacimiento del bebé continúa la remodelación de estructuras cerebrales relacionadas con el apego, la motivación y la regulación emocional.
Por ejemplo, Barba-Müller et al. (2019) documentaron aumentos de volumen en regiones subcorticales como la amígdala, el hipotálamo o el núcleo accumbens. Estas áreas están estrechamente ligadas a la respuesta emocional y al comportamiento maternal. Es decir, el cerebro sigue adaptándose para permitir una respuesta rápida, sensible y empática a las necesidades del recién nacido. Además, no todos los partos marcan del mismo modo la trayectoria cerebral. Se ha descrito que las madres que tuvieron una cesárea programada, sin haber iniciado el trabajo de parto, presentaban mayores incrementos corticales en la transición de embarazo a posparto, que aquellas que sí pasaron por el proceso de parto natural. Esto sugiere que el trabajo de parto podría actuar como un punto de inflexión neurobiológico, marcando el inicio de una nueva etapa de reorganización cerebral que posiblemente se encuentra mediada por procesos inflamatorios, hormonales e inmunitarios propios de esa experiencia (Paternina-Die, et al., 2024).
Un hallazgo particularmente interesante es el descrito por Servin-Barthet et al. (2025), quienes observaron que un mayor retorno de los cambios cerebrales a su estado basal entre el final del embarazo y los seis meses posparto se asociaba con niveles más altos de oxitocina, favoreciendo un mayor apego materno y reduciendo los sentimientos de hostilidad hacia el bebé. Esto refuerza la idea de que las transformaciones cerebrales no son neutras ni aleatorias, sino que tienen un propósito funcional claro: facilitar el vínculo afectivo y el cuidado.
Por otro lado, algunos estudios reportan un aumento en el tamaño cerebral, una disminución del volumen ventricular y un crecimiento localizado de tejido en el periodo postparto. Esto ha llevado a plantear dos posibles interpretaciones:
- Por un lado, una restauración del volumen “perdido” durante el embarazo.
- Por otro lado, una mejora, donde la sustancia gris no solo vuelve al estado basal, sino que incluso supera los niveles pregestacionales (Luders, Kurth, Sundström Poromaa, 2022).
En cualquier caso, el posparto parece ser, asimismo, una etapa de reorganización de acuerdo a las demandas que surgen con el desarrollo del bebé.
Contrario a lo que se podría pensar, esta neuroplasticidad es favorable para las madres e hijos ya que, a mayor neuroplasticidad, más sólido suele ser el vínculo que se establece entre ellos (Hoekzema, et al., 2017).
A pesar de ello, es necesario enfatizar que los cambios no ocurren de la misma forma para todas las personas. Factores como la depresión posparto, el estrés crónico, la privación de sueño o la falta de apoyo social pueden interferir con el restablecimiento cognitivo. Algunos estudios indican que en mujeres con mayor sobrecarga emocional, las dificultades cognitivas percibidas pueden prolongarse más allá del primer año (Crawley et al., 2003; Logan et al., 2014), pero todo dependerá de la situación y contexto en el que se encuentre la madre, las herramientas con las que cuente y los antecedentes personales que tenga para que el cerebro se reorganice nuevamente.
Conclusión: más allá del “mommy brain”
A lo largo del artículo se abordan los cambios neurobiológicos y cognitivos que, con mayor consistencia, han sido documentados en la literatura científica sobre el embarazo. No obstante, la mayoría de los estudios publicados a lo largo del tiempo no encuentran evidencia de un deterioro (o cambio) neuropsicológico generalizado. Las fluctuaciones observadas —cuando aparecen— son leves, transitorias y específicas de ciertas funciones, usualmente, las funciones ejecutivas.
Entonces, ¿por qué tantas mujeres se sienten así? En general, porque sí existe una reorganización cerebral que puede generar ciertos cambios en el funcionamiento cognitivo, especialmente en las tareas del día a día que cambian de prioridad al tener nuevas demandas en las cuales enfocarse. Aunque en la mayoría de los estudios estas variaciones no alcanzan significación clínica, al producirse desde etapas tempranas, como el primer trimestre, pueden vivirse como alteraciones repentinas y notorias, amplificando la percepción de cambio más allá de lo que realmente indican los datos objetivos.
Es clave entender que estos cambios en la funcionalidad cognitiva no son necesariamente negativos, aunque muchas veces se presentan como tales al priorizar nuevas tareas. Al enfatizar los posibles errores o despistes que cometen las mujeres embarazadas y en postparto, se corre el riesgo de pasar por alto las nuevas habilidades que surgen para cuidar, proteger y atender mejor tanto al propio cuerpo como al bebé, una vez nacido. Además, factores externos como la carga mental, la multitarea constante (especialmente en mujeres que tiene que retomar sus actividades al poco tiempo) o la falta de descanso pueden intensificar esa sensación de “bajo rendimiento”, cuando en realidad no se explican únicamente por los cambios cerebrales, sino por un contexto que también merece ser atendido.
Lo que sabemos hoy es que el embarazo no implica un deterioro, sino una transformación y adaptación a situaciones novedosas. El cerebro se reorganiza de forma estratégica para responder a nuevas demandas, fortaleciendo funciones relacionadas con la empatía, la sensibilidad social y el aprendizaje afectivo que son indispensables para cuidar a un bebé, aún estando en el vientre. Por lo mismo, estos cambios pueden representar un enriquecimiento adaptativo del sistema cognitivo y emocional.
Replantear el mommy brain desde la ciencia es una forma de reconocer la capacidad de adaptación del cerebro y de combatir estigmas aún presentes en el discurso social y clínico. Entender que el cerebro en el embarazo no se debilita, sino que se transforma para un beneficio, es un paso fundamental hacia una mirada más realista, empática y respetuosa de la experiencia materna.
Bibliografía
- Barba-Müller, E., Craddock, S., Carmona, S., & Hoekzema, E. (2019). Brain plasticity in pregnancy and the postpartum period: links to maternal caregiving and mental health. Archives of women’s mental health, 22(2), 289–299. https://doi.org/10.1007/s00737-018-0889-z
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- Davies, S. J., Lum, J. A., Skouteris, H., Byrne, L. K., & Hayden, M. J. (2018). Cognitive impairment during pregnancy: A meta-analysis. Medical Journal of Australia, 208, 35–40. https://doi.org/10.5694/mja17.00131
- Grattan, D. R., & Ladyman, S. R. (2020). Neurophysiological and cognitive changes in pregnancy. En E. A. P. Steegers, M. J. Cipolla, & E. C. Miller (Eds.), Handbook of Clinical Neurology (Vol. 171, pp. 25–55). Elsevier. https://doi.org/10.1016/B978-0-444-64239-4.00002-3
- Hoekzema, E., Barba-Müller, E., Pozzobon, C., Picado, M., Lucco, F., García-García, D., Soliva, J. C., Tobeña, A., Desco, M., Crone, E. A., Ballesteros, A., Carmona, S., & Vilarroya, O. (2017). Pregnancy leads to long-lasting changes in human brain structure. Nature neuroscience, 20(2), 287–296. https://doi.org/10.1038/nn.4458
- Janes, C., Casey, P., Huntsdale, C., & Angus, G. (1999). Memory in pregnancy I: Subjective experiences and objective assessment of implicit, explicit, and working memory in primigravid and primiparous women. Journal of Psychosomatic Obstetrics and Gynaecology, 20(2), 80–87. https://doi.org/10.3109/01674829909075575
- Logan, D. M., Hill, K. R., Jones, R., Holt-Lunstad, J., & Larson, M. J. (2014). How do memory and attention change with pregnancy and childbirth? A controlled longitudinal examination of neuropsychological functioning in pregnant and postpartum women. Journal of clinical and experimental neuropsychology, 36(5), 528–539. https://doi.org/10.1080/13803395.2014.912614
- Luders, E., Kurth, F., & Sundström Poromaa, I. (2022). The neuroanatomy of pregnancy and postpartum. NeuroImage, 263, 119646. https://doi.org/10.1016/j.neuroimage.2022.119646
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- Paternina-Die, M., Martínez-García, M., Martín de Blas, D., Noguero, I., Servin-Barthet, C., Pretus, C., Soler, A., López-Montoya, G., Desco, M., & Carmona, S. (2024). Women’s neuroplasticity during gestation, childbirth and postpartum. Nature Neuroscience, 27(2), 319–327. https://doi.org/10.1038/s41593-023-01513-2
- Pritschet, L., Taylor, C. M., Cossio, D., et al. (2024). Neuroanatomical changes observed over the course of a human pregnancy. Nature Neuroscience, 27, 2253–2260. https://doi.org/10.1038/s41593-024-01741-0
- Servin-Barthet, C., Martínez-García, M., Paternina-Die, M., et al. (2025). Pregnancy entails a U-shaped trajectory in human brain structure linked to hormones and maternal attachment. Nature Communications, 16, 730. https://doi.org/10.1038/s41467-025-55830-0
- Younis, J., Bleibel, M., Masri, J. E., et al. (2025). Exploring the influence of pregnancy on cognitive function in women: A systematic review. BMC Pregnancy and Childbirth, 25, 88. https://doi.org/10.1186/s12884-025-07181-3
Preguntas frecuentes sobre el mommy brain
1. ¿Qué es el «mommy brain»?
Es un término popular para describir la sensación de menor concentración, olvidos y dificultad para mantener la atención durante el embarazo y el posparto, aunque no implica un deterioro cognitivo generalizado.
2. ¿Es real el «mommy brain»?
Existe una base real en la reorganización cerebral, pero la evidencia científica muestra que las alteraciones cognitivas suelen ser leves, transitorias y específicas, no dificultades globales. Además, las pruebas objetivas no evidencian diferencias significativas en comparación con mujeres no embarazadas.
3. ¿Qué cambios cerebrales y cognitivos ocurren durante el embarazo?
Se producen ajustes hormonales y reducción de sustancia gris en áreas como la corteza prefrontal, junto con modificaciones en la conectividad funcional. Cognitivamente, puede haber ligeras dificultades en funciones ejecutivas, memoria y velocidad de procesamiento.
4. ¿El embarazo puede afectar la memoria de forma permanente?
No de manera permanente. Durante el posparto se produce una reorganización cerebral que, incluso, puede potenciar ciertas funciones adaptativas según las necesidades de la madre y del bebé.
5. ¿Cómo influye la neuroplasticidad durante el embarazo?
La neuroplasticidad permite reorganizar redes neuronales para priorizar funciones útiles en la maternidad, como la regulación emocional, la sensibilidad social y el aprendizaje asociativo, aunque pueda redistribuir recursos desde otras tareas.
6. ¿Qué evidencia científica respalda el concepto de “mommy brain”?
Estudios como los de Pritschet et al. (2024), Younis et al. (2025) y Davies et al. (2018) muestran cambios cerebrales y pequeñas fluctuaciones en funciones ejecutivas y memoria, pero no un deterioro clínicamente significativo, sugiriendo que es más una adaptación que una pérdida. Por ello, es fundamental comprender que el cerebro en el embarazo se transforma para favorecer la etapa de maternidad, lo que implica restar prioridad a actividades previas y dar mayor relevancia a las nuevas demandas.
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