El accidente cerebrovascular (ACV) se ha convertido en una verdadera pandemia. Los números sugieren que es una de las principales causantes de muerte a nivel mundial y la mayor causa de discapacidad en la población adulta. El presente artículo tiene por objetivo brindar información acerca de qué es un ACV, qué tipos de ACV existen y cuáles son sus posibles secuelas.
¿Qué es un accidente cerebrovascular o ACV?
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, un accidente cerebro vascular (ACV), también llamado ictus, es la interrupción del flujo sanguíneo del cerebro. Normalmente es causada por la ruptura u obstrucción de un vaso que corta el suministro de oxígeno y nutrientes, produciendo un daño cerebral que, de forma transitoria o definitiva, altera el funcionamiento de una o varias áreas del encéfalo.
En los últimos años se ha incrementado su prevalencia de mortalidad, sin embargo, la discapacidad generada es mayor que las muertes provocadas por esta entidad. Un alto porcentaje de estos casos es prevenible, con la incidencia temprana sobre los factores de riesgo modificables. Algunos de los factores de riesgo son: la edad, hipertensión arterial (HTA), diabetes mellitus (DM), obesidad, accidentes isquémicos transitorios (ATI) y sedentarismo. Dentro de estos, la edad constituye el factor de riesgo más frecuente, siendo los adultos mayores de 50 años la población más vulnerable. Luego, es seguido por la HTA (Carnés-Vendrell, Deus-Yela, Molina-Seguin, Pifarré-Paredero, & Purroy, 2016) .
En este sentido, existe un grupo de personas con especial predisposición a desarrollar esta enfermedad cardiovascular. Por lo cual, el autocuidado, el diagnóstico temprano y el tratamiento adecuado pueden ayudar a evitar el ictus y/o reducir el daño ocasionado por la lesión.
Tipos de accidente cerebrovascular
Los ACV pueden dividirse en dos grandes tipos, de acuerdo con la naturaleza de la lesión encefálica:
- Isquémicos: se producen cuando una arteria se obstruye y, por lo tanto, no llega sangre a un área del cerebro. Se trata de la causa más frecuente, sobre todo en la población de edad avanzada. Las arterias se bloquean o se estrechan debido a la acumulación de coágulos sanguíneos, depósitos de grasa u otros desechos que viajan por el torrente sanguíneo y se alojan en los vasos sanguíneos del cerebro. Dependiendo de su evolución en las primeras horas se puede distinguir si se trata de un accidente isquémico transitorio (AIT) o un infarto cerebral. El primero es aquel que no produce daños permanentes, mientras que el segundo tiene mayor duración de tiempo y causa un daño permanente.
- Hemorrágicos: se producen por la ruptura de un vaso sanguíneo en el cerebro, lo cual provoca una acumulación de líquido hemático que daña el área del encéfalo en donde ocurre. Se trata del ACV más frecuente en la población joven. También pueden encontrarse dos subtipos, la hemorragia intracerebral y la subaracnoidea. La intracerebral, asociada generalmente con la hipertensión, es la responsable del 80% de los ictus hemorrágicos. La subaracnoidea es causada habitualmente por un aneurisma, se trata de un ictus mucho menos frecuente, asociándose la mayoría de las veces a malformaciones del tejido vascular
De acuerdo a la Federación Argentina de Cardiología, las estadísticas sugieren que en nuestro país predominan los eventos isquémicos, representando aproximadamente el 85% de los casos, mientras que los hemorrágicos constituyen aproximadamente un 15%.
Como se mencionó anteriormente, un accidente cerebrovascular puede causar discapacidades temporales o permanentes, lo cual depende, por un lado, de cuánto tiempo el cerebro se encuentra privado del flujo sanguíneo, y por otro, del área encefálica afectada.
Consecuencias o secuelas del accidente cerebrovascular
Una de las posibles complicaciones de sufrir un ACV es la hemiplejía o pérdida del movimiento muscular. En estos casos, la persona experimentará la parálisis de un lado del cuerpo, o bien puede ser que pierda el control de ciertos músculos. En este sentido, también puede verse afectada la capacidad para deglutir, en tanto se encuentre comprometido el control de los músculos específicos de boca y garganta. A su vez, esto mismo puede ocasionar dificultad para hablar.
Secuelas cognitivas del ACV
A nivel cognitivo, puede aparecer una dificultad en el lenguaje, afasia, déficit para comunicarse mediante las palabras, mímica o escritura. Así como, pérdida de memoria, agnosia, apraxia, dificultades en la capacidad para razonar, emitir opiniones y/o comprender conceptos. Suelen presentarse cambios en la conducta habitual, problemas para realizar tareas de cuidado personal (Aguilar-Palomino, Olivera-Pueyo, Benabarre-Ciria, & Pelegrín-Valero, 2009). Las personas pueden volverse más retraídas, dependientes, necesitando de ayuda extra para mantener su higiene personal y del hogar. Surge un déficit en la realización de tareas básicas y actividades de la vida diaria.
Puede afirmarse que se produce un deterioro que afecta principalmente la atención, funciones ejecutivas superiores, y la aparición de manifestaciones neuropsiquiátricas como depresión, síndromes confusionales, ansiedad, cuadros de excitación psicomotriz, síntomas psicóticos y/o trastornos del sueño. Debido a que el síntoma primordial producido a nivel neurocognitivo luego de un ACV no es un déficit en la memoria, se ha cuestionado el término “demencia vascular” y se ha propuesto englobar estas secuelas bajo el concepto de “deterioro cognitivo vascular” (Luna-Matos, Mcgrath, & Gaviria, 2007).
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Complicaciones afectivo-cognitivas
Dentro de las posibles complicaciones de la esfera afectivo-cognitiva, cabe destacar el papel central que la depresión, denominada depresión post ictus (DPI), va a tener en la evolución de estos pacientes. Se trata de la presentación de síntomas muy similares a la depresión sin enfermedad neurológica asociada, aunque con algunas diferencias. Aparecen con mayor frecuencia trastornos del sueño, síntomas de tipo vegetativo e introversión para las relaciones sociales. A pesar de su elevada prevalencia es infradiagnosticada, lo cual repercute negativamente en la calidad de vida de los pacientes.
Si no son tratados, los problemas emocionales como la depresión, en personas que han tenido accidentes cerebrovasculares, tienen peor pronóstico de recuperación del funcionamiento diario y capacidad cognitiva (Carnés-Vendrell, Deus-Yela, Molina-Seguin, Pifarré-Paredero & Purroy, 2016) . De ahí la importancia de prestar suma atención a estos síntomas.
Depresión Post ACV
Existe actualmente un debate con relación al origen de la depresión que acontece luego de un ACV. Algunos autores proponen que los síntomas del estado de ánimo son producto de la localización de la lesión provocada por la patología orgánica de base. Otros sugieren que, en realidad, el cuadro depresivo surge como una consecuencia psicológica del deterioro funcional y social que experimenta la persona por las secuelas a nivel neuronal. De modo que el detrimento del nivel de funcionamiento se considera como un factor predictivo de la depresión post ACV. No se debe perder de vista que los síntomas depresivos a su vez influyen en la capacidad de recuperación funcional (Aguilar-Palomino, Olivera-Pueyo, Benabarre-Ciria & Pelegrín-Valero, 2009). Una tercera arista a tener en cuenta tiene que ver con los factores de riesgo cerebrovascular. Se ha considerado que estos pueden generar cierta predisposición a la aparición del trastorno del estado de ánimo.
En relación con su tratamiento, se ha encontrado evidencia que demuestra que el tratamiento psicofarmacológico, junto a la terapia neurocognitiva, constituyen la terapéutica con mayores beneficios para este tipo de pacientes. Se ha probado la eficacia de los antidepresivos en personas con sintomatología luego de un ACV, obteniendo mejores resultados que en pacientes que inician tratamiento en etapas posteriores. Los ISRS son los fármacos de primera línea, no habiendo encontrado evidencia que sugiera la superioridad de un tipo específico por sobre otro del mismo grupo. El abordaje farmacológico permite allanar el camino para la estimulación cognitiva para la recuperación, parcial o total, de las funciones deterioradas por la lesión cerebral.
Conclusión
Haciendo hincapié en la prevalencia del ictus a nivel mundial y sus posibles secuelas, sean estas temporales o definitivas, está a la vista la necesidad de prevenir la aparición del mismo, disminuyendo los factores de riesgo, pero también la importancia de solicitar un tratamiento en las primeras etapas de aparición de síntomas posteriores a la lesión.
Atender las diversas manifestaciones desde un enfoque integral que combine medicación y psicoterapia puede influir positivamente en la recuperación de cada persona afectada por esta enfermedad cardiovascular. La rehabilitación neurocognitiva permite la recuperación total o parcial de las funciones afectadas, mejorando notablemente su calidad de vida y la de su familia.
Bibliografía
- Aguilar-Palomino, H., Olivera-Pueyo, J., Benabarre-Ciria, S., & Pelegrín-Valero, C. (2009) Psicopatología del accidente cerebrovascular: el estado de la cuestión. Psicogeriatría, 1, 23-35.
- Carnés-Vendrell, A., Deus-Yela, J., Molina-Seguin, J., Pifarré-Paredero, J., & Purroy, F. (2016) Actualización de la depresión postictus: nuevos retos en pacientes con ictus minor o ataque isquémico transitorio. Revista Neurol, 62, 460-7.
- Díaz Alfonso, H., Sparis Tejido, M., Carbó Rodríguez, H. L., & Díaz Ortiz, B. (2015) Ictus isquémico en pacientes hospitalizados con 50 años o más. Rev. Ciencias Médicas, 19 (6), 1063-1074
- Espárrago Llorca, G., Castilla-Guerra, L., Fernández Moreno, M.C., Ruiz Doblado, S., Jiménez Hernández, M.D. (2015) Depresión post ictus: una actualización. Science DIrecte, 30 (1), 23-31.
- Luna-Matos, M., Mcgrath, H. & Gaviria, M. (2007). Manifestaciones neuropsiquiátricas en accidentes cerebrovasculares. Revista chilena de neuro-psiquiatría, 45(2), 129-140.
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