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La regulación emocional desde el punto de vista de la neuropsicología

Una mujer haciendo uso de la regulación emocional

La regulación emocional desde el punto de vista de la neuropsicología.

El neuropsicólogo Edson Elías expone en este artículo la regulación emocional desde el punto de vista de la neuropsicología.

La importancia de la regulación emocional

El quehacer del neuropsicólogo, por su naturaleza, está imbuido de afectividad. Aunque el objetivo principal de las intervenciones sea mejorar el funcionamiento cognitivo de los pacientes, sus emociones están presentes en todo momento. Las líneas siguientes servirán para introducirnos a los conceptos fundamentales del estudio de la regulación emocional en psicología cognitiva y neurociencias.

El estudio de las emociones en neuropsicología

Hasta hace poco las emociones eran consideradas experiencias individuales subjetivas, por lo que su estudio experimental parecía imposible. Es más, la tradición filosófica cartesiana había relegado las emociones al ámbito de las pasiones, asumiendo que eran perjudiciales a la razón. Este pensamiento que subsistió hasta la publicación de “El error de Descastes” (1994). En él, A. Damasio revisita el célebre caso de Phineas Gage, concluyendo que no hay razón sin emoción. Este hecho promovió una revolución afectiva en la psicología cognitiva que hasta entonces se había interesado únicamente en el estudio de los procesos cognitivos “fríos”.

En las últimas décadas, las neurociencias afectivas han realizado importantes descubrimientos acerca de la interfaz cognición-emoción.  Estos hallazgos han revelado que las emociones intervienen en la modulación de procesos cognitivos como la atención (p. ej., orientando o amplificando la atención hacia estímulos evaluados como agradables por el individuo), la memoria (p. ej., favoreciendo la consolidación de informaciones con valencia emocional y, de esta forma, participar en el proceso de aprendizaje) y la toma de decisión (p. ej., facilitando tomar decisiones sobre la base de las emociones positivas o negativas experimentadas previamente en situaciones análogas). Este último suele evaluarse con el paradigma “riesgo-beneficio” del Iowa Gamblig Task o “juego de apuestas” que ha dado lugar a algunas adaptaciones para su incorporación en baterías de evaluación neuropsicológica en lengua española, como es el caso de la BANFE-2 (2014).

Dada la importancia que revisten las emociones en la modulación de los procesos cognitivos, es importante brindar una definición de ellas que dé cuenta de su carácter multicomponencial.

¿Qué son las emociones?

Por lo general, cuando se definen las emociones, se enuncian solo algunos elementos que la componen, como los cambios en el organismo, la expresión facial o el sentimiento subjetivo. Klaus Scherer las define como “un conjunto de variaciones episódicas que ocurren en distintos componentes del organismo, en respuesta a un evento evaluado como pertinente por el organismo” (p. 10).

Visión multicomponencial de la emoción

La visión multicomponencial de la emoción permite resaltar los siguientes aspectos:

Primero, las emociones son temporales pues suelen tener una duración relativamente corta, a diferencia de los sentimientos cuya duración se extiende más en el tiempo.

Segundo, un episodio emocional provoca variaciones fisiológicas (p. ej., incremento de la frecuencia cardiaca), en la expresión motora (p. ej., la expresión facial que acompaña la emoción), en la tendencia a la acción (p. ej., el deseo de huir o de luchar), en la evaluación cognitiva (p. ej., evaluar el estímulo como potencialmente peligroso) y en el sentimiento subjetivo (p. ej., experimentar temor).

Tercero, la emoción está destinada en primera instancia a hacer frente a situaciones de urgencia. Por ello, prepara el cuerpo para la acción, orienta la atención hacia aquello que debe ser aprehendido y recordado, y guía las decisiones y las acciones de las personas (Ebner y Fischer, 2014).

Cuarto, el inicio de un episodio emocional está marcado por la evaluación cognitiva (appraisal) del estímulo percibido por el organismo. Este puede ser externo (p. ej., un perro rabioso en medio de la vereda) o interno (p. ej., el recuerdo de haber sido atacado por un perro en el pasado), variando la respuesta de persona en persona. En efecto, algunos individuos juzgarán el recuerdo del incidente como extremadamente aversivo y desagradable, mientras que otros podrían juzgarlo como un evento menos desafiante o “superado”.

Al unirse con la percepción y con el pensamiento, la emoción implica para el individuo una reexperiencia perceptiva, somatosensorial y motriz de las circunstancias en las cuales un conocimiento fue adquirido (“teorías encarnadas de la emoción”, ver Niedenthal, 2007), y cuya intensidad y valencia pueden ser reguladas por el sujeto.

¿Qué implica la regulación emocional?

Por sus experiencias sociales, el ser humano despliega estrategias que le permiten regular sus emociones. Por ejemplo, cuando un individuo está triste y no obstante debe animar una actividad, o cuando está contento porque acaba de ser ascendido pero debe disimular su alegría para no ofender a su colega que no recibió el ascenso.

La regulación de las emociones es para Gross (1998) un proceso gracias al cual los individuos tienen la posibilidad de influenciar la naturaleza de sus emociones, el momento y la forma en la que las experimentan. Esta definición da cuenta de la naturaleza de la influencia ejercida en vista de mantener, aumentar o atenuar la intensidad de la emoción, así como modificar la valencia hedónica (placentera, displacentera) de ésta.

Los cuatro tipos de regulación emocional más estudiados son la atenuación de emociones desagradables, el mantenimiento o incremento de emociones agradables, el incremento de las emociones displacenteras y la atenuación o supresión de las emociones placenteras (Mikolajczak & Desseilles, 2012).

Estos procesos son una respuesta adaptativa al servicio de los objetivos personales, de la satisfacción de las necesidades afectivas, del mantenimiento del equilibrio y del bienestar, lo cual favorece la salud mental. Pueden ser automáticos (inconscientes) o controlados (conscientes), intrínsecos o extrínsecos y pueden orientarse a los antecedentes de la respuesta emocional (es decir, antes de la tendencia de respuesta) o de uno de los componentes de la reacción emocional propiamente dicha (es decir, expresiva, cognitiva o fisiológica) luego de que se haya manifestado.

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¿Cuáles son las estrategias de regulación emocional?

El modelo de Gross (1988) para los procesos de regulación emocional da cuenta de cinco secuencias distintas. Las cuatro primeras tienen un carácter intrínseco (es decir, el sujeto tiende a alterar sus propias emociones) y se manifiestan antes de la reacción emocional. Sin embargo, la quinta es extrínseca (es decir, apunta a influenciar las de los otros) y se manifiesta a lo largo de la experiencia emocional.

  1. Selección de la situación: evitar o buscar una situación.
  2. Modificación de la situación: intentar modificar la situación para influenciar su impacto emocional.
  3. Despliegue atencional: mantenimiento de la atención, distracción o concentración.
  4. Cambio cognitivo: reevaluación de la información para percibirla aumentada o disminuida.
  5. Modulación de la respuesta emocional: acentuar o minimizar alguno de los tres componentes de la reacción emocional previamente descritos.

Más precisamente, se han identificado tres estrategias de regulación emocional: la reevaluación cognitiva, la aceptación de la emoción y la supresión expresiva; su despliegue en una situación dada dependería de las condiciones del ambiente, de las experiencias individuales y de las predisposiciones temperamentales de los individuos (Naranjo-Vila, Gallardo-Salce, & Zepeda-Santibáñez, 2010).

¿Cuáles son los correlatos neurales de la reevaluación cognitiva?

La neuroimagen ha permitido identificar las zonas cerebrales que intervienen en las experiencias emocionales, como en el caso de la reevaluación cognitiva. Estas áreas son el córtex prefrontal y otras estructuras subcorticales, en particular la amígdala.

La amígdala es responsable de la coordinación de la activación cortical y de la atención del individuo hacia estímulos pertinentes, nuevos o ambiguos a fin de optimizar su procesamiento sensorial y perceptivo. Está en conexión con el córtex prefrontal que, al ser el principal centro de control de las emociones, interviene en el procesamiento de las informaciones exteriores y recibe informaciones sobre los estados mentales internos como la motivación o las emociones. También desempeña un papel fundamental para la regulación emocional voluntaria (intrínseca) (Beauregard, Levesque y Paquette, 2004).

Además, por sus conexiones bidireccionales con la amígdala, la actividad del córtex prefrontal puede controlar e inhibir la actividad de la amígdala y tener una incidencia en el estado emocional (Ochsner & Gross, en Vieillard & Harm, 2014), lo que corresponde al proceso de appraisal.

Conclusión

En resumen, se puede afirmar que los hallazgos en psicología cognitiva de las emociones y las neurociencias afectivas han permitido avanzar de concepciones parceladas de la experiencia emocional hacia una definición multicomponencial que promovió el estudio de los procesos cognitivos involucrados en las experiencias emocionales. Un ejemplo es la regulación emocional, que muestra que los individuos tienen la capacidad de modificar su vivencia emocional tanto en intensidad como en valencia.

Dentro de las estrategias de regulación emocional, una de las más estudiadas ha sido la reevaluación cognitiva. Esta estrategia muestra que una persona, valiéndose de las conexiones bidireccionales existentes entre la corteza prefrontal y la amígdala, puede influir en sus estados emocionales resignificando los estímulos que percibe (similar a lo que ocurre en la reestructuración cognitiva). Para ello, el entrenamiento de las funciones cognitivas involucradas en ella puede ser favorable.

Referencias

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