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El neurodesarrollo: trastornos, comorbilidad y neuropsicología infantil

Trastornos de neurodesarrollo. Niño con autismo jugando con profesional.

El especialista en neuropsicología infantil José Oré profundiza en el neurodesarrollo, la clasificación de los trastornos del neurodesarrollo, sus cuadros comórbidos y su evaluación neuropsicológica.

En la actualidad se observa un incremento de alteraciones emocionales y conductuales en la etapa de la niñez y en la adolescencia en el Perú (Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado- Hideyo Noguchi), los cuales se pueden describir y explicar dependiendo de su etiología, sintomatología y disfuncionabilidad en trastornos infanto juveniles, entre los que se encuentran los trastornos del neurodesarrollo.

Los trastornos infanto juveniles tienen diferente etiología desde una perspectiva biológica, psicológica y social. Uno de esos grandes grupos lo conforman los trastornos del neurodesarrollo.

Este grupo de alteraciones se caracterizan por un retraso en el crecimiento y maduración del cerebro asociados a una disfunción cognitiva, emocional, conductual (Artigas- Pallarés, Guitart & Gabau- Vila, 2013).

A continuación, describiremos el constructo de neurodesarrollo, la clasificación de los trastornos del neurodesarrollo, sus cuadros comórbidos y su evaluación desde un ámbito neuropsicológico.

El neurodesarrollo

El neurodesarrollo implica una interacción constante entre el organismo y el medio ambiente, donde progresivamente se van formando diferentes capacidades, habilidades, destrezas, actitudes, etc., en el cual el sistema nervioso entra en un proceso de maduración y junto al entorno social permite el desarrollo de las funciones cerebrales, así como de la personalidad (Gutiérrez, Lazarte & Alarcón, 2016).

Además, permite la maduración de las capacidades cognitivas, motoras y emocionales, si bien parte de un proceso similar, cada persona tiene su propio ritmo, siendo un nexo para una adecuada interacción de la genética, la estimulación y la afectividad (Medina-Alva, et al., 2015).

Por consiguiente, su retraso puede originar una menor conexión y desarrollo del cerebro, describiéndose a través de los trastornos del neurodesarrollo.

¿Qué son los trastornos del neurodesarrollo?

Los trastornos del neurodesarrollo son problemas asociados a un menor funcionamiento y desenvolvimiento del sistema nervioso que comienza en el inicio de la infancia y se manifiesta normalmente en alteraciones motrices, conductuales, de interacción social, de lenguaje y del aprendizaje (Galán-López, Lascarez-Martínez, Gómez-Tello & Galicia-Alvarado, 2017).

Clasificación de los trastornos del neurodesarrollo

Montes, Bembibre, Triviño y Arnedo (2015) clasifican a los trastornos del neurodesarrollo en genéticos, de etiología ambiental y los que se definen por sus repercusiones finales. En la medida que se identifique los signos de alarma y factores de riesgo anormal a nivel prenatal, perinatal o postnatal se podrá conocer su evolución y/o pronóstico (Ponce-Meza, 2017).

Los trastornos genéticos más comunes son el Síndrome de Down, Síndrome de Edwards, Síndrome de Klinefelter, etc.; entre los trastornos de etiología ambiental se encuentran los derivados del consumo de drogas, malnutrición, infecciones parasitarias o bacterianas; y los trastornos de repercusión funcional incluyen el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, trastorno de espectro autista, trastorno del lenguaje, trastornos del aprendizaje y la discapacidad intelectual.

Dependiendo de su diversa etiología, es conveniente su detección para posteriormente brindar estrategias donde se estimulen sus capacidades y sus circuitos alterados para una mayor potencialidad de su desarrollo (Artigas-Pallarés, Guitart, Gabau-Villa, 2013).

Su abordaje puede darse desde un ámbito neurológico, psiquiátrico y psicológico. Una de las especialidades de la psicología que se encarga de la detección, evaluación, diagnóstico e intervención de los retrasos y/o trastornos del neurodesarrollo es la neuropsicología infantil (Arango- Lasprilla, Rivera y Olabarrieta- Landa, 2017).

Neuropsicología infantil

La neuropsicología infantil es una neurociencia conductual que estudia las relaciones entre la conducta y el cerebro en desarrollo (Cuervo & Ávila, 2010).

Esta especialidad se encarga desde un abordaje neuropsicológico de las alteraciones del neurodesarrollo como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, TDAH, trastornos de espectro autista, TEA, malformaciones congénitas, alteraciones congénitas y dificultades de aprendizaje (Montes, Bembibre, Triviño & Arnedo, 2015).

El marco teórico de la neuropsicología infantil consiste en la relación que tiene el cerebro del niño con su medio ambiente, en el cual las diferentes áreas cerebrales y funciones cognitivas están en constante maduración, permitiendo así una mayor funcionalidad y adaptación para responder a diferentes situaciones que tenga que atravesar.

Entre tanto, si hubiese un retraso neurocognitivo, la plasticidad cerebral permitirá compensar y restaurar estas deficiencias (Arango- Lasprilla, Romero, Hewitt- Ramirez y Rodriguez, 2018).

Papel del neuropsicólogo infantil

Una de las funciones del neuropsicólogo infantil es la evaluación neuropsicológica, es decir, el uso de técnicas e instrumentos para evaluar el desarrollo de sus funciones cognitivas, emocionales y conductuales resultado del funcionamiento del sistema nervioso en desarrollo (Portellano & García, 2014).

Esta permite contribuir al diagnóstico diferencial de diferentes cuadros infanto juveniles como los trastornos del neurodesarrollo, trastornos externalizantes, trastornos internalizantes, etc. (Arango- Lasprilla, Rivera, & Olabarrieta-Landa, 2017).

Desde una descripción práctica se realiza la entrevista de los padres para recolectar el motivo de consulta y la historia clínica neuropsicológica, se explora las áreas cognitivas con instrumentos neuropsicológicos y se observa cómo responde el niño a las tareas(estímulos) presentados y si son congruentes a su edad cronológica (Oré, 2019).

Trastornos de neurodesarrollo y comorbilidad

La mayoría de los trastornos neurodesarrollo no se manifiestan de manera independiente con un curso similar, síntomas principales o con una edad de aparición especifica, por lo que su diagnóstico resulta confuso o incompleto; dentro de una actividad asistencial mayormente suelen presentarse como cuadros comórbidos o cuadros asociados.

La comorbilidad, por tanto, consiste en la aparición en una misma persona de dos o más patologías, donde la aparición de uno determina su pronóstico y proceso de intervención (Montes, Bembibre, Triviño y Arnedo, 2015).

Los trastornos con mayor comorbilidad corresponden al TDAH y TEA. Si bien cada uno de estos trastornos tienen síntomas principales que lo caracterizan de otros, es recomendable explorar otros cuadros que se asocien (Arango- Lasprilla, Romero, Hewitt- Ramírez & Rodríguez, 2018).

TDAH

El TDAH es un trastorno de neurodesarrollo que se caracteriza por un patrón persistente de inatención, hiperactividad e impulsividad (Asociación Americana de Psiquiatría, 2015).

A continuación, detallamos sus 3 predominios: Inatento, hiperactivo y combinado (inatención, hiperactividad e impulsividad). Además, sus mayores comorbilidades son los Trastornos de aprendizaje (TP), Trastornos de conducta (TC) y los Trastornos de ansiedad (TA).

Subptipos y comorbilidades

El TDAH de predominio inatento suele asociarse con los Trastornos de aprendizaje (TAP), comúnmente con los problemas de lectoescritura (Scandar, 2013). Cabe mencionar que ambos problemas se encuentran en la categoría de trastornos del neurodesarrollo.

Por lo tanto, un déficit en las funciones atencionales generaría dificultades en áreas de aprendizaje de la lectura, escritura, ortografía. Mayormente, esto se observa en niñas en comparación a niños en un ambiente asistencial.

El TDAH de predominio hiperactivo-impulsivo y combinado, es decir, con mayor sintomatología de hiperactividad e impulsividad, hace que se asocie o diferencia con otras alteraciones comportamentales o también llamados externalizantes como el Trastorno de conducta oposicionista desafiante (TCO) o de conducta disocial (TCD) (Baca, 2012).

Diferencias con otras alteraciones

Unas de las diferencias principales parten de la etiología del problema, mayormente los niños TDAH tienen problemas en su proceso de desarrollo donde evidencian inmadurez cognitiva y emocional, mientras que los TCO y TCD suele ser darse por un ambiente nocivo e inadecuado que refuerza sus conductas desadaptativas ocasionando que los niños no respeten normas sociales.

Del mismo modo, según la evolución del problema, mientras que en los niños con TDAH se espera que los síntomas disminuyan en la adolescencia, en los TCO los problemas desadaptativos pueden incrementarse llegando a presentar TCD.

Si los síntomas de estos trastornos empiezan a menor edad, el pronóstico tiende a ser desfavorable (Arango- Lasprilla, Romero, Hewitt- Ramirez y Rodriguez, 2018).

Así mismo, es usualmente apreciable otra relación con los trastornos del ánimo, específicamente con mayor frecuencia en cuadros ansiosos y en menor medida en cuadros depresivos.

Ello implicaría que el niño o niña con TDAH se sienta decaído, preocupado, tenso, pesimista y con sentimientos de culpabilidad debido a que no puede rendir en áreas académicas o sociales como otros niños de su entorno.

Estos síntomas y más aún sus diferencias son difíciles de determinar debido a que su entorno social como la familia, profesores y grupos pares estarían más pendientes de su hiperactividad y problemas de atención.

Por esta razón, se recomienda averiguar si existen familiares con antecedentes de problemas emocionales. También es importante saber si los síntomas principales de TDAH han generado sintomatología depresiva y/o ansiosa (López-Villalobos, Serrano & Sánchez-Mateos, 2013).

TEA

El TEA es un trastorno del neurodesarrollo cuyas deficiencias se centran en la comunicación e interacción social como en los patrones restrictivos y repetitivos de comportamientos, intereses y actividades (Asociación Americana de Psiquiatría, APA, 2015).

Seguidamente, profundizamos en sus mayores comorbilidades como son la epilepsia, el TDAH, la discapacidad intelectual (DI), los trastornos del sueño, los trastornos de ansiedad, la agresividad y un déficit en las habilidades sociales.

Comorbilidades

La epilepsia tiene un gran componente neuropsicológico, por lo que es importante detectar déficits cognitivos de inicio temprano y diferenciarlos con otros cuadros (Arango- Lasprilla, Romero, Hewitt- Ramírez & Rodríguez, 2018).

Mayormente en el TEA y la epilepsia se encuentran cuadros de discapacidad intelectual, así como también alteraciones en el lenguaje, memoria declarativa y funciones ejecutivas, lo que traería un peor pronóstico en el desarrollo y funcionabilidad del niño (García-Peñas, 2009).

Un 20% al 30% de niños con TDAH pueden presentar TEA (Rico-Moreno & Tárraga- Mínguez, 2016). La comorbilidad de ambos cuadros podría explicarse por una alteración en el desarrollo de las funciones ejecutivas.

De hecho, en ambas alteraciones se observa que los niños evidencian un retraso madurativo del funcionamiento ejecutivo del control inhibitorio, flexibilidad cognitiva y planificación.

Un deslinde entre el desempeño ejecutivo comprendería que los TEA presentan mayores dificultades en la flexibilidad cognitiva y la abstracción, sin embargo, en los TDAH el déficit ejecutivo correspondería al control inhibitorio y la memoria de trabajo (Portellano y García, 2014).

En cuanto a la DI y el TEA podemos indicar similitudes en las alteraciones asociados al rendimiento intelectual. Mayormente en ambos trastornos se observan un coeficiente intelectual por debajo de promedio, así como dificultades en su madurez social, debido a su poca adaptación al cambio y una disminuida flexibilidad cognitiva, salvo en caso de TEA de alto funcionamiento como el Síndrome de Asperger donde su rendimiento intelectual sobresale en comparación a otros niños (Montes, Bembibre, Triviño y Arnedo, 2015).

Finalmente, los trastornos del sueño, trastornos de ansiedad y agresividad serían alteraciones secundarias dentro de los TEA.

Es más, dependiendo de la posible etiología y la comorbilidad, se observaría alteraciones de insomnio, terrores nocturnos, tensión, miedo, preocupación e incluso reacciones impulsivas que rompan normas sociales (Arango- Lasprilla, Romero, Hewitt- Ramirez y Rodriguez, 2018).

La importancia de la evaluación neuropsicológica

Por ende, es de gran importancia realizar una evaluación neuropsicológica en los diferentes trastornos o alteraciones del neurodesarrollo, puesto que permite detectar el desempeño cognitivo, ya sea en fortalezas, debilidades o rendimientos promedio.

Estos resultados junto con la exploración psicopatológica generan un mejor análisis para detectar la aparición, evolución y pronóstico del problema que conllevaría a un adecuado diagnóstico y por ende a un buen inicio de la intervención neuropsicológica, psicológica, neurológica o psiquiátrica considerando su comorbilidad en cada caso (Pardos, 2019).

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Conclusiones

El artículo permite comprender las características de los trastornos del neurodesarrollo, siendo una de las principales manifestaciones, el retraso en el crecimiento y/ maduración del cerebro, lo que trae como consecuencia una disfunción cognitiva, emocional, conductual y social en el niño y adolescente.

Del mismo modo, se describió su clasificación basada en trastornos genéticos, trastornos de etiología ambiental y trastornos que se definen por sus repercusiones finales.

Específicamente en este último grupo se encuentran el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, trastorno de espectro autista, trastorno del lenguaje, trastornos del aprendizaje y la discapacidad intelectual.

Entre tanto, una de las disciplinas que se encarga de su estudio desde un ámbito asistencial es la neuropsicología infantil, ya sea realizando actividades de detección, evaluación e intervención de la relación cerebro- conducta en los trastornos del neurodesarrollo.

Por otro lado, la mayoría de los trastornos del neurodesarrollo evidencian cuadros comórbidos, siendo los de mayor comorbilidad el trastorno por déficit de atención con hiperactividad y el trastorno de espectro autista, sin embargo, existen otros cuadros que igualmente es necesario detectar, describirlos y diferenciarlos para tener un mejor análisis de su pronóstico, diagnóstico e intervención siendo de uno de los procedimientos de gran importancia la evaluación neuropsicológica.

Bibliografía

Arango- Lasprilla, J. ; Romero, I. Hewitt- Ramirez, N. & Rodriguez, W. (2018). Trastornos psicologicos y neuropsicologicos. Bogotá, Colombia: Manual Moderno.

Arango- Lasprilla, J., Rivera, D. & Olabarrieta- Landa, L. (2017). Neuropsicología infantil. México D.F: Manual Moderno.

Arnedo, M., Montes, A., Bembibre, J, & Triviño, M. (2015). Neuropsicología infantil a través de casos clínicos. España: Médica Panamericana.

Artigas- Pallarés, J., Guitart, M. & Gabau- Vila, E. (2013). Bases genéticas de los trastornos del neurodesarrollo. Revista Neurol, 56, (1), 23-34.

Asociación Americana de Psiquiatría (2015). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. España: Editorial Medica Panamericana.

Baca, F. (2012). Trastornos del inicio del comportamiento disruptivo en estudiantes de 8 a 11 años de una institución educativa del Callao (Tesis de maestría inédita). Universidad San Ignacio de Loyola, Lima. Recuperado de: repositorio.usil.edu.pe/

Cuervo, A., & Ávila, A. (2010). Neuropsicología infantil del desarrollo: Detección e intervención de trastornos en la infancia. Revista Iberoamericana de Psicología: Ciencia y Tecnología, 3(2), 59-68.

Galán-López, I., Lascarez-Martinez, S., Gómez-Tello, M. & Galicia-Alvarado, M. (2017). Abordaje integral en los trastornos del neurodesarrollo. Revista del Hospital Juárez de México, 84(1), 19-25.

García-Peñas (2009). Autismo, epilepsia y patología del lóbulo temporal. Revista de Neurología, 48(2), 35-45.

Gutiérrez, E., Lazarte, F. & Alarcón, G. (2016). La importancia de la evaluación del neurodesarrollo en niños menores de treinta meses en el contexto peruano. Acta Médica Peruana, 33(4), 304-308.

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