Los restos de un naufragio. Así me gusta denominar a mí a lo que el Alzheimer no se lleva. Y es que en cierto modo así es como queda representado lo que sobrevive a la enfermedad tras tan tremendo tsunami de devastación. Después de perder los recuerdos, la identidad y por qué no decirlo, hasta la esencia como persona, en una persona afectada de Alzheimer aún queda sitio para la memoria afectiva. Un sitio además privilegiado. La memoria afectiva es esa de la que tanto oímos hablar y que se puede resumir en una palabra: AMOR. Porque es verdad que la enfermedad borra los recuerdos y también la vida del enfermo, pero no borra los afectos.
Cuando llega el diagnóstico, tras el duelo inicial, los familiares de un enfermo de Alzheimer temen a menudo afrontar de nuevo, tras saber que padece esta dolencia, la forma de tratarle o de relacionarse afectivamente con él. Dentro de ese envoltorio que va cada día deteriorándose, existe una persona que tiene los mismos afectos que antes, sólo que, a estos, también les acompañan los síntomas ya de sobra conocidos por todos.
Memoria afectiva en psicología
En psicología se entiende por memoria afectiva “el sentimiento con una carga emocional especial que reaparece cada vez que se recuerda una experiencia previa significativa.” Aquí podríamos añadir también “cada vez que el paciente ve a una persona que quiere, o cada vez que alguien le da un abrazo”
He de decir que no conozco ningún caso de Alzheimer donde no esté presente de un modo u otro la memoria afectiva. Todos los enfermos, independientemente de la fase en la que se encuentren de la enfermedad y cómo esté siendo su transición por la misma, responden de manera positiva a los estímulos afectivos. Eso, para el cuidador, es una fuente de seguridad y anclaje al presente, pues no hay nada perdido si todavía un abrazo puede arrancar al enfermo una sonrisa o un momento de tranquilidad y seguridad entre episodios de nerviosismo, delirios o alucinaciones.
Los enfermos de Alzheimer pueden sentir emociones
Los que estén leyendo esto posiblemente se preguntarán cómo es posible que una persona que no recuerda quién es, conozca el significado de un beso, de un abrazo o de una caricia. La explicación es muy simple: los enfermos de Alzheimer pueden sentir emociones pese a que, debido a la enfermedad, olvidan el motivo que las causa, pero el sentimiento, aunque fugaz, existe, y esa es la esencia del afecto.
Un enfermo de Alzheimer no puede recordar que es su hijo, al que ve a diario, quin le cuida, pero su simple presencia puede infundirle calma, ya que desde el entramado mental confuso que dirige su conciencia, el rostro de su hijo es una cara “amiga”, fuente de caricias y quizá también de besos y abrazos, una tabla donde agarrarse en mitad del naufragio.
Hablar con los gestos
Es positivo para los enfermos experimentar amor, seguridad y tranquilidad gracias a la memoria afectiva, pero también lo es para los cuidadores, por eso y cada vez más, se considera fundamental que los familiares de un enfermo de Alzheimer y sus cuidadores principales aprendan a decir con gestos lo que en otro tiempo podían transmitir con palabras, con el objeto de intercambiar (y no sólo dar) emociones positivas con el enfermo.
Este intercambio de emociones positivas afectivas se mantiene hasta el final, pues aunque el enfermo haya iniciado hace mucho tiempo un camino sin retorno en el que dejará sus recuerdos junto con todo su bagaje vital, debemos tener claro que sólo el amor que sentimos por él, hará que se mantenga unido a nosotros y a la persona que un día fue.
“No hay olvido que valga, tú guarda los sentimientos que yo guardo los recuerdos…” – anónimo
Por: Merche Cardona
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