La neuropsicóloga Lidia García Pérez resume en este artículo el concepto, la estructura de la cognición social y algunas pruebas de evaluación.
Cuando en el ámbito profesional de la neuropsicología o la psicología pensamos en cognición social, a menudo evocamos conceptos como empatía, reconocimiento de expresiones faciales emocionales, teoría de la mente o mentalización; sin embargo, no siempre tenemos una idea general clara o un modelo bajo el cual relacionarestos constructos y desde el cual poder organizar nuestro trabajo en la evaluación y en el tratamiento de personas con déficits en cognición social.
Aunque en la investigación son escasos los modelos holísticos y detallados sobre cognición social [1], sí existe consenso en que la cognición social es un sistema de procesamiento de información en el que participan múltiples funciones más básicas que posibilitan la conducta social [1].
¿Cuáles son estas funciones básicas que incluye la cognición social y cómo se relacionan entre ellas para dar lugar a la conducta social?
Desde una revisión reciente de Sánchez-Cubillo, Tirapu-Ustárroz y Adrover-Roig [1] y el modelo de flujo del procesamiento socioemocional de Ochsner [2], este post resume el concepto, la estructura de la cognición social y algunas pruebas de evaluación de la cognición social; un superconstructo.
Concepto de cognición social
La cognición social se entiende como la habilidad de formarnos representaciones de las relaciones entre uno mismo y los demás y de utilizarlas de forma flexible, para guiar nuestro comportamiento de forma que generemos conductas adecuadas según la circunstancia social en particular [1].
Este proceso cognitivo mediante el cual construimos esas representaciones es un proceso complejo, en el que intervienen mecanismos de percepción, procesamiento y evaluación de los estímulos, que nos permiten formarnos una representación del ambiente de interacción social [1].
Componentes y niveles de complejidad de la cognición social: El modelo de Ochsner
El denominado flujo de procesamiento socioemocional (social-emotional processing stream) de Ochsner (2008), es un modelo general de cognición social que incluye la mayoría de los procesos cognitivos y afectivos estudiados de forma discreta (aislada) por la investigación básica sobre cognición social [1,2].
Este modelo considera que en el procesamiento de información implicado en la cognición social, intervienen cinco componentes que se relacionan entre sí de forma jerárquica y en los cuales intervienen a su vez diversos procesos:
1. Adquisición de valencias socio-afectivas.
En primer lugar, mediante aprendizaje asociativo por condicionamiento, asignamos los valores afectivos a los estímulos sociales y a las posibles respuestas a los mismos.
Es decir, de forma implícita, aprendemos a asociar cada estímulo social con una valencia (el estímulo es algo más o menos positivo, negativo o neutro) y estas asociaciones estímulo-valencia influirán en la manera subjetiva que tiene cada individuo de interpretar el mundo, moldeando sus gustos, preferencias, actitudes, etc.
2. Percepción y respuestas ante estímulos socioafectivos.
En segundo lugar, percibimos y reconocemos estímulos socioafectivos que funcionan como claves cuyo reconocimiento resulta muy relevante para nuestra adaptación en el ambiente social.
Las claves sociales que detectamos e interpretamos a este nivel son:
- El movimiento biológico: solo realizable por seres vivos con articulaciones,
- las expresiones faciales de las emociones: reconocer una expresión de alegría, de miedo, o de emociones más complejas como la distracción o la admiración,
- la mirada de los demás: que nos permite saber a qué está atendiendo la otra persona,
- la prosodia: tono emocional del habla.
A partir de la observación de nuestro entorno social, detectamos estas claves sociales que interpretamos como estímulos positivos, negativos o neutros, y cuyo reconocimiento tiene la función final de que podamos comprender las intenciones de los demás, y atribuirles estados mentales.
3. Inferencia de bajo nivel: simulación encarnada.
Las inferencias de bajo nivel serían procesos de comprensión (de estados mentales e intenciones ajenas) que no utilizan el razonamiento, sino mecanismos más básicos e inmediatos, como los procesos de simulación encarnada, que involucran la activación de neuronas espejo.
Como sabemos, las neuronas espejo son neuronas que se activan tanto con la observación de un movimiento biológico en los demás, como cuando nosotros mismos ejecutamos dicho movimiento. Este mecanismo se ha postulado como la base neural subyacente a la empatía (en concreto de su componente más afectivo vs. cognitivo) y a la imitación (referida al concepto de social mirroring).
La capacidad de experimentar de forma inmediata en nuestro cuerpo lo que el otro está sintiendo (el concepto de empatía) con solo mirar a esa persona, tiene la función de ayudar a comprender de forma rápida cuál es su estado mental, de manera que podamos comprender qué siente y sus posibles intenciones, pero modo automático, sin tener que pasar por procesos de razonamiento, que requieren más tiempo.
4. Inferencia de alto nivel: teoría de la mente o empatía cognitiva.
Las inferencias de alto nivel se refieren a la comprensión simbólica de lo que observamos, considerando tanto el contexto, como la información semántica y episódica, para así poder matizar la información que procesamos, lo cual nos permite dar respuestas adaptativas a los estímulos sociales más ambiguos (que requieren un procesamiento más complejo, simbólico).
En este nivel sí interviene el razonamiento y se ponen en marcha procesos de teoría de la mente (también denominada mentalización o empatía cognitiva), que se refiere a la capacidad de atribuir estados mentales a otros individuos, para explicar y predecir su conducta.
5. Regulación sensible al contexto.
Según este modelo, regulamos nuestra conducta social a través de tres sistemas:
1. La regulación de la conducta basada en aspectos descriptivos:
Es un sistema que emplea el conocimiento lógico verbal para reinterpretar y actualizar el significado del estímulo socio-afectivo percibido, en función de una situación concreta.
Conociendo de forma explícita en qué estado mental se encuentra alguien, podemos reinterpretar su conducta como consecuencia de una situación particular y actuar, en consecuencia, de forma más adaptiva.
Por ejemplo, si sabemos que un compañero de trabajo está enfadado porque acaba de discutir con su pareja, podemos reinterpretar una mala contestación hacia nosotros, no como un problema personal con nosotros, sino como consecuencia de que está en un estado de disgusto por un problema con su pareja.
2. La regulación basada en los resultados de las propias acciones/estímulos
Es un sistema de regulación de conducta que reaprende y actualiza la relación entre los estímulos o acciones propias y sus resultados afectivos (si las consecuencias de las conductas que hemos realizado en el pasado fueron más o menos positivas o negativas). Por tanto, se basa en el recuerdo de las consecuencias de experiencias previas para reasignar valencias a cada conducta que es posible dar en una situación.
3. La regulación basada en las elecciones
Funciona como una combinación de las dos anteriores, e implica sopesar el valor relativo de varias opciones de conducta para elegir, entre las que nos proporcionan ganancias pequeñas a corto plazo, y las que nos proporcionan ganancias mayores, pero a largo plazo.
Por tanto, según el modelo de flujo del procesamiento emocional de Oschner, en los niveles más básicos del procesamiento de la información social habría un aprendizaje implícito del valor de los estímulos sociales y una detección y e interpretación posterior de dichos estímulos (por ejemplo, reconocer en otras expresiones faciales de distintas emociones, que asociamos con una determinada valencia). En niveles medios de procesamiento de información social intervendrían procesos simulación encarnada, mediados por mecanismos de neuronas espejo (como la empatía afectiva, o la imitación). Y en niveles más complejos de procesamiento estarían implicados procesos de inferencia cognitiva simbólica (teoría de la mente) y regulación de la propia conducta.
Evaluación de la cognición social
Algunas pruebas útiles para la evaluación de las funciones básicas incluidas en la habilidad general de cognición social son [1]:
- Test de los ojos de Baron-Cohen: para evaluar el reconocimiento de expresiones emocionales a través de la mirada;
- test de comprensión de creencias falsas (maxi-task): para evaluar creencias de primer orden en teoría de la mente;
- historia del heladero: para evaluar creencias de segundo orden en teoría de la mente;
- historias extrañas de Happé→ para evaluar la comprensión de la ironía, la mentira y la mentira piadosa;
- historias Faux-pas (meteduras de pata): para evaluar la comprensión de la ambigüedad de situaciones sociales incómodas;
- dilema del prisionero y dilema del tren:para evaluar las capacidades de empatía y juicio moral.
Bibliografía
- Sánchez-Cubillo I, Tirapu-Ustárroz J y Adrover-Roig D (2012). Neuropsicología de la cognición social y la autoconciencia. En Tirapu-Ustárroz J, Ríos-Lago M, García Molina A y Ardila A (Eds.), Neuropsicología del córtex prefrontal y las funciones ejecutivas (pp. 353-390). Barcelona:Viguera.
- Ochsner, K. (2008) The social-emotionalprocessingstream: fivecoreconstructs and theirtranslationalpotentialforschizophrenia and beyond. BiolPsychiatry, 64: 48-61.