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Olor a parkinson

El Doctor en Biomedicina Pablo Barrecheguren habla sobre el diagnóstico precoz del parkinson por el olor de la piel.

De todos nuestros sentidos, quizás uno de los menos valorados actualmente sea el olfato. Y, sin embargo, todos tenemos fuertes recuerdos emocionales asociados con algún olor.

Por ejemplo, todos recordamos las casas de nuestros abuelos, que siempre tenían un olor característico. Los japoneses llaman a este olor kareishu, «el olor de los abuelos», y la ciencia ha descubierto que su origen está en que con el paso de los años tenemos más de una molécula, el 2-nonenal, en la piel.

Este detalle es interesante porque significa que independientemente de nuestro nivel de higiene, nuestro olor cambia según nuestro estado físico; y esto deriva en una interesante pregunta clínica, ¿se pueden asociar olores concretos a ciertas enfermedades?.

Varios investigadores trabajan en este tema, y entre otras cosas, se ha descubierto que perros entrenados son capaces de detectar en el aliento de las personas si estas tienen cáncer de colon o no con una eficacia del 91%. Lo cual abre la puerta a la búsqueda moléculas olorosas asociadas con determinadas enfermedades.

Joy Milne y su olfato para la enfermedad de Parkinson

A este respecto, uno de los campos más investigados es el parkinson, y todo gracias a una mujer: Joy Milne. Ella tenía un marido que padecía la enfermedad y al asistir a unas charlas en Edimburgo le preguntó al ponente si la gente con parkinson tenía un olor característico.

Esta anécdota derivó en dos descubrimientos: el primero es que al igual que los grandes sommeliers, Joy tenía un olfato extraordinario, muy por encima del nivel medio. Y lo segundo es que Joy era capaz, con solo oler a una persona, de reconocer si tenía el olor que había desarrollado su marido y, por lo tanto, saber si tenía parkinson o no.

Para comprobarlo se hizo un experimento piloto donde ella olió doce camisetas (seis de personas sanas y seis de gente con la enfermedad); y su olfato fue tal que acertó once de doce casos, aparentemente equivocándose al decir que una de las personas sanas tenía parkinson.

Pero tiempo después a esta persona se le diagnosticó parkinson, así que Joy acertó en los doce casos, adelantándose incluso al diagnóstico clínico y de hecho ella declaraba que su marido empezó a tener ese olor característico unos seis años antes de que fuera diagnosticado con parkinson.

Tras este primer estudio, Joy continuó colaborando con los investigadores. Poco a poco descubrieron que el origen del olor debía estar en el sebo, la grasa, de la piel, lo cual resulta interesante porque ya se han documentado problemas dermatológicos en los pacientes con parkinson.

Y actualmente la investigación se está centrando en aislar las moléculas responsables de este casi imperceptible olor: aunque todavía se está trabajando en ello, algunos de metabolitos cuyos niveles están alterados en el sebo dérmico de los pacientes son el perillaldehído y el icosano, cuyo olor fue descrito por Joy como muy similar al que desarrolló su marido con parkinson.

Aparte de resultar muy curiosas, estas investigaciones tienen un gran potencial: actualmente el parkinson únicamente es diagnosticado una vez aparecen los síntomas, y estos suelen detectarse cuando aproximadamente el 60% de la neurodegeneración causante de la enfermedad ya se ha producido.

Es decir, diagnosticamos la enfermedad muy tarde; con lo cual los tratamientos llegan tarde y es difícil frenar a tiempo la neurodegeneración.

Aun así, con los tratamientos actuales se pueden contener los síntomas durante gran parte de los 15 años de media que vive un paciente con la enfermedad, pero seguramente estaríamos en una situación mejor si pudiéramos diagnosticar la enfermedad antes.

Conclusión

Si se confirma que los pacientes tienen unos niveles diferentes de ciertas moléculas en la piel incluso antes de tener síntomas parkinsonianos, pues aunque no podamos en general detectar personalmente el olor (casi nadie tiene el olfato de Joy), sí que sería posible tomar una muestra de esta grasilla de la piel, analizarla y ver si esta persona padece la enfermedad o no.

Con lo cual, aunque es todavía objeto de estudio, es posible que algo tan sutil como el olor tenga un gran impacto en la investigación contra el parkinson.

Bibliografía

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