La identidad es el conjunto de circunstancias que una persona tiene y que la diferencian de otras. Sin identidad no somos. Esto es lo que les ocurre a los cuidadores principales de un enfermo de Alzheimer. Que no son. No son porque están dedicados 100% al cuidado de una persona completamente dependiente que los necesita 24 horas al día, 7 días a la semana.
Las personas que se encuentran cuidando a un enfermo de Alzheimer han aparcado su identidad para ocupar a tiempo completo la de otro. Su identidad se ha quedado esperando a que ellos puedan retomarla y hasta entonces, se dedican en cuerpo y alma a otra persona viviendo su vida como pueden. No es sólo, como la mayoría de la genta piensa, que no puedan tener ratos de ocio o no tengan tiempo para hacer las cosas que antes acostumbraban a hacer, es que han dejado atrás la vida tal y como la conocían hasta entonces, y en muchos casos han abandonado su trabajo para cuidar de su padre, madre o familiar. Y si lo han hecho ha sido seguramente porque no tenían otra opción.
Conservar la identidad cuando se es el cuidador principal de un enfermo de Alzheimer no es tarea fácil ya que todos tenemos consejos que darles pero nadie se para a pensar si pueden ponerlos en práctica, y es que, de media, un cuidador principal dedica al enfermo al que cuida aproximadamente 15 horas diarias, 7 días a las semana, por lo que es difícil no caer en el desgaste y en esa pérdida de identidad de la que hablamos. Por eso, el Día Mundial del Alzheimer debería ser también el Día del Cuidador, porque detrás de todo enfermo de Alzheimer hay uno o varios cuidadores principales viviendo dos vidas, la suya propia y la de la persona a la que ayudan día a día.
Pedir ayuda
Los profesionales de distintos ámbitos pueden marcar unas pautas para que el cuidador no caiga en el agotamiento y contribuir así a mantener su identidad como persona, pero sin la colaboración adecuada de la familia o de las instituciones es tarea harto complicada. Asistir a grupos de autoayuda, reconocer la sobrecarga para detectarla desde su inicio y pedir ayuda serían algunos de los pilares fundamentales para ayudar a que el cuidador no pierda su identidad y es que, al desgaste físico y psicológico, se añade una sobrecarga emocional de ver el deterioro de un ser querido frente a esta enfermedad.
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Amor incondicional
Si bien es cierto que hay, en un gran porcentaje, muchas consecuencias negativas derivadas de ser cuidador, también existen componentes de esa labor que forjan positivamente la personalidad de quien cuida. La paciencia, la responsabilidad, el amor incondicional y el respeto se fomentan debido a la labor de cuidar de alguien día a día. Sin duda, durante el camino que he recorrido como profesional relacionada con la enfermedad de Alzheimer, han sido muchos los cuidadores que me han manifestado que, a pesar de lo duro y devastador que ha sido cuidar de un enfermo de estas características, una vez pasada y tras analizar la experiencia vivida, les queda la gran satisfacción de haber hecho todo lo que estaba en su mano para que el enfermo tuviera la mejor calidad de vida posible.